
Diario de viaje: Desde Pamplona,
La madre de todas las fiestas
Desde hace más de 400 años la fiesta en honor a San Fermín se celebra en Pamplona el 7 de julio. La capital navarra comienza a teñirse de blanco y rojo un día antes, cuando los mozos recorren las calles del casco antiguo para tomar los últimos pinchos antes de que a las 12 del mediodía el tradicional txupinazo inaugure de manera oficial la semana grande en la plaza del Ayuntamiento. Los sanfermines comienzan pues de manera ruidosa. Tras el estallido del cohete, las miles de personas que se agolpan en el centro de la ciudad vitorean al santo y se descorchan cientos de botellas de champán que, entre otras cosas, sirven para aliviar el calor infernal que hace en la pequeña plaza. En unas horas, las calles aledañas son un hervidero de gente y las charangas se abren paso entre los jóvenes, que sólo se detienen para reponer fuerzas en los bares que encuentran por el camino.
El encierro
A las 8 de la mañana del día siguiente se corre el primer encierro. Esta peculiar tradición comenzó cuando surgió la necesidad de llevar a los toros desde los corrales del Gas, situados junto al río Arga, hasta el coso taurino de la ciudad, donde cada tarde se celebraba una corrida. Como no había camiones, los pastores conducían a los animales por las calles del centro y, con el tiempo, los más atrevidos se animaron a correr delante de ellos por aquello de experimentar emociones fuertes. El recorrido tiene algo más de 800 metros y la manada suele completarlo en dos o tres minutos. A eso de las cinco de la mañana, ya hay quien comienza a hacer cola a lo largo de las vallas que lo delimitan para ver la carrera, aunque uno de los momentos más emocionantes no se produce hasta poco antes de las 8. Minutos antes de que los morlacos abandonen el cercado, los mozos se encomiendan a una pequeña imagen del patrón adornada con los pañuelos de las peñas que está situada en una hornacina en la cuesta de Santo Domingo, y por tres veces cantan:
¡A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro dándonos su bendición!
Sábado 8 de júlio de 2006. 7:59 horas.
Surca el cielo el cohete que avisa a los mozos de que la manada ya corre por el empedrado. La expectación es máxima. Los astados de Dolores Aguirre pisan con fuerza pero no abandonan la formación liderada por los cabestros. El primero de los tramos es probablemente el más peligroso. Los toros están frescos y enseguida alcanzan a los mozos. Por otro lado, la cuesta de Santo Domingo es una calle cuesta arriba y los morlacos corren mejor sobre esta superficie, ya que sus patas delanteras son algo más cortas que las traseras. Aún así, el encierro comienza de manera limpia, la entrada en la plaza del Ayuntamiento se produce sin caídas graves y la camada y los bueyes se mantienen unidos.
La llegada a Mercaderes se convierte en el momento clave del encierro. La calle baja desde el consistorio hasta la entrada en la Estafeta. Es un tramo curvo de unos cien metros en el que los toros buscan el lado derecho del vallado, aunque no hay que descartar que acaben en el izquierdo barriendo a algún mozo de paso porque los patinazos a esa altura son habituales. La manada trazó el sábado por la mañana un giro milimétrico, pero el astado Carafeo, que encabezaba el grupo, topó contra las protecciones y quedó rezagado. Cuando se levantó estuvo a punto de reanudar la marcha en sentido contrario y los pastores tuvieron que emplearse para poder reconducirle. Lo habitual en estos casos es que el animal se sienta desprotegido sin el escudo de la manada y, en ocasiones, llegan a cornear a alguno de los mozos. Afortunadamente, el toro alcanzó en pocos segundos a sus compañeros y sólo al llegar al edificio de la Telefónica parecía querer volver sobre sus pasos. 3 minutos y 22 segundos después de abandonar el cercado los astados pisaban el albero. Fue un encierro rápido y limpio, y únicamente un joven de 24 años tuvo que ser atendido por una contusión leve.
El capotico de San Fermín
"No existe lógica que subyazca en los encierros. La tradición secular pamplonesa se rige por impulsos de sentimentalismo, fortuna e infortunio que se reparten como las cartas de una baraja", escribía Víctor Soto a la mañana siguiente en el diario EL PAIS. Verdaderamente, en ocasiones, es increíble que no se produzcan más cogidas durante los encierros. Hay quien piensa que eso se debe a la ayuda milagrosa del santo, que en las situaciones más comprometidas y peligrosas echa un capote a los mozos para que puedan salvar el pellejo. Quizás sólo sea un superstición popular, pero por si acaso, bendito seas San Fermín!
Fotografía: Los mozos se encomiendan al santo antes del encierro. / Borja Vega
5 comentarios:
Bueno, company...aunque no deje muchos comentarios que sepas que casi todos los dias miro a ver si has actualizado (soy de los observadores comodones).
Por lo de los San Fermines, para mi es una fiesta curiosa y la lógica no se la encuentro por ningún sitio. No obstante, las dos veces que he estado me ha encantado por lo que espero repetir, así que a ver si la tercera la pasamos juntos...saludos.
Bueno, ya te he dejado un buen coment en el post de la azzurra, así que quedo a la espera de recibir mi "radio-reloj-despertador que proyecta figuras luminosas en el techo", como prometiste en el promo-mail.
Un saludo.
GORA SAN FERMIN!
De eso nada.. ¡El relog despertador es para mí!. Tendriamos que ir a estos encierros algún año Robles.
En mi curro se juntaban a las 7.50 en el bar de la esquina antes de subir a la oficina para seguir el encierro. ¡Y no se cabía!
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